viernes, 30 de enero de 2009

Me lo dijiste...


En cada cigarro que prendes
aprendes y prendes.

En cada trago al refresco,
y tus labios tan frescos,
tus manos nerviosas corriendo por mis mejillas,
y tus dedos entre las cejas,
en la intimidad entre la piel y la ropa,
y en ese quererme comer con tus besos,

-y el respeto a mis manos y mis caricias

con tu incomodidad de no haberte bañado-,

-y el rechinar de tu pelo-,

y la gente en la plaza y los nervios…
y el recato de moral y el encanto,

tu cuerpo fuerte de hombre,
y las cicatrices que me mostraste y cocí con un beso,
con tu forma de mirarme mientras comes,
y me miras, me miras, me miras y me comes...

con tus brazos que abrasan
y abrazan,
con tu mirar que desnuda,
y otro cigarro
y otro trago
y una nueva caricia

y mi sonrisa de media luna -así lo decías-,

y el hostal con balcón a la plaza curiosa
y la piel que se cae a los pies del jadeo del aliento,
y,
ese beber de tu boca -ay amor, esa tu boca-
y mirarnos frente al espejo de frente
con tus barbas blancas de viejo marino en la vida,

-y que pican, y que enredan...y acarician-,

y tu piel de niño nacido al amanece sin luna y con frio,
tu manera de contarme tu vida, tú vida,
y todos tus movimientos,
los que dolieron,
los que cerraron mis ojos,
los que abrieron lo eterno de sentirte ahí adentro,
y el calor de tus bellos adentros,
con lo que enseñas,
y lo que aprendo,
con todas tus virtudes de amante
en los sueños perfectos,
y tus defectos
y los “te amo” y los te amo sin duda.

Sin dudas tú lo dijiste, amor… yo lo sentí.



Due® 20 enero 09 de"j"

jueves, 22 de enero de 2009

Una y otra vez…

Quería escribirte un verso
que de libre fuera aire; el papel, mis ganas,
el olor ha azufre y tu recuerdo lo pedían.
La melancolía se mojaba con lluvia nueva
y aún así el papel buscaba fuego y pedía a gritos
de la tinta amor, y sexo complaciente de la pluma.
Y me senté en mi cerebro a recordarte
a palpar de nuevo en la memoria
-no hay mejor lugar para abrasarte-
los rincones de tu piel
que con caricias dejé al descubierto.
Y las ganas eran tantas
que la tinta se corría y la pluma
ávida de carne tuya no cejaba
en el intento de escribirte
un verso, y otro, y otro, y otro
como aquel que en el amarte
comencé a dibujar debajo de tu ombligo
y terminé perdido entre volutas de humo
que formaban en el alma puntos suspensivos.
Y en éste escribirte y recordarte
vi de nuevo la sonrisa en tu rostro húmedo de besos,
versos y de aquella tinta que cubrió todo tu cuerpo,
y escribí otro verso, y otro y otro
hasta que la pluma dijo ¡basta!
y la tinta humedecía de nuevo
tu rostro en mi recuerdo.
¿Y, en qué estaba? ¡Ah si!
en escribirte un verso libre como el aire,
sin embargo me senté en mi cerebro
que nunca queda libre del fuego de pensarte
y suspira una y otra y otra y otra vez hasta
formar el aire que aviva la intima humedad
en esta forma bella , de siempre recordarte.

Due® 22septiembre09