
Es que las horas lo saben y por ello se tornan tan solas,
se confabulan con la cama, las sábanas y la almohada,
se disfrazan en partículas minúsculamente vacías
que me llegan a cuentagotas, el segundero se mueve
y no amanece –tic tac, tic tac- la cama se ensancha
hasta la orilla de tus mares que en calma me ahogan
mientras las sábanas pesan y pesan distancias y el fiel
de la balanza dice que ya no vuelan.
La almohada huele a ti a sabiendas de que no huela anda,
el amanecer no llega, a la vida le falta el sentido.
Y es que las horas son dueñas del tiempo;
tu recuerdo, la oscuridad y la luz le siguen el juego,
te espero, las horas se saben eternas y autónomas
pasan calando los lagrimales, la lluvia y la noche
distraen al mañana, las horas lo saben;
tú no regresas, yo no sé nada.
Due. 01. 08. 09